La psoriasis es una enfermedad crónica que causa inflamación y descamación de la piel, produciendo parches, enrojecimiento, escamas, prurito, dolor, calentamiento, coloración e hinchazón. Puede afectar cualquier área del cuerpo, aunque es frecuente en las rodillas, codos, espalda, brazos, piernas y cuero cabelludo.
Las investigaciones realizadas han encontrado que este padecimiento tiene mucha relación con el componente genético, que, combinados con estrés y medio ambiente, hacen posible su desarrollo.
Debido a la visibilidad de los síntomas, las personas tienden a creer que puede ser contagiosa y los afectados suelen sentir vergüenza. De hecho, ha sido reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como una enfermedad grave que requiere de mayor concienciación.
Aunque no es curable, es posible reducir los síntomas y brotes de acuerdo a las características propias del caso, con tratamientos tópicos, luz ultravioleta, fototerapia siempre bajo vigilancia y seguimiento por el especialista.
Esta enfermedad, la padece cerca del 2% de la población del mundo (unos 125 millones de personas).
La ciencia aún no pudo determinar la causa exacta que lleva a una persona a tener psoriasis. Lo que sí se sabe es que a raíz de un “descontrol” del sistema inmunológico se genera un desarrollo muy veloz de determinadas células de la piel, que se acumulan en algunas áreas del cuerpo formando manchas rojas, secas y engrosadas, con escamas blanquecinas que se desprenden fácilmente, y en determinados períodos producen prurito (picazón).
La ciencia las denomina “placas psoriásicas” y por lo general aparecen en los codos, las rodillas, el cuero cabelludo y las piernas, pero también en las plantas de los pies, las palmas de las manos, las uñas e incluso en la cara o los genitales.
La psoriasis en placas, o “psoriasis vulgaris” es la forma más habitual de esta enfermedad, pero existen otras variantes y subtipos menos frecuentes con pústulas, gotas o pequeñas y numerosas lesiones distribuidas de manera irregular por todo el cuerpo.
La etapa más crítica se presenta en lo que llaman “brotes”, ciclos de picazón, dolor y hasta grietas sangrantes, que duran semanas o meses para luego atenuarse o desaparecer, al menos por un tiempo.
Aunque aún no tiene cura, existen lociones y cremas con corticoides para moderar los síntomas de la irritación e inflamación de las zonas afectadas, retinoides y derivados de la vitamina D para ayudar a disminuir la velocidad de crecimiento de las células y productos humectantes e hidratantes para reducir la tirantez de la piel y el picor.
Hay que tener en cuenta también que si bien suele manifestarse en la piel, por tratarse de una patología que compromete al sistema inmunológico, en menor medida puede impactar en otros órganos, aumentando el riesgo de enfermedades cardíacas, gastrointestinales y diabetes, así como afectar las articulaciones (artritis psoriásica, una dolencia que experimenta entre el 10% y el 30% de los enfermos de psoriasis).
¿Cómo prevenir la psoriasis?
Al desconocerse el origen de la enfermedad, tampoco existe una fórmula precisa para prevenir su aparición. Hay, sí, factores externos y ambientales que se pueden tener en cuenta para intentar espaciar la recurrencia de los brotes y reducir la gravedad de los cuadros.
Una consulta médica a tiempo te puede aportar la información y el conocimiento necesarios para afrontar esta patología con menos complicaciones y la mejor calidad de vida posible.
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